Por Gustavo Britos Zunín
La Escuela Universitaria de Música y el desafío de cambios profundos.
“Para dominar bien un
instrumento y llegar a los niveles que pretendemos alcanzar en un egresado de
la EUM, hay que empezar a estudiar a temprana edad, no se puede comenzar a
tocar a los 18 años. La educación pública no ofrece esa formación previa, a
partir de esa realidad la EUM creó en 1988 el Ciclo de Introducción a la Música
(CIM). Es un curso que permite el ingreso a estudiantes que no hayan concluido
el bachillerato, se puede entrar con 15 años y el ciclo básico de secundaria
terminado. Dura tres años y brinda formación para acceder al nivel de ingreso a
nuestras licenciaturas, pero sigue sin resolverse el problema global.” (Leonardo Croatto,
director de la EUM)
El problema global que el nuevo Director de la EUM señala es de
solución bastante difícil y conviene ver por qué. El obstáculo, en realidad, es
que la estructura universitaria preparara universitarios. Es decir, es un
sistema pensado para estudiantes que ya han decidido un camino a seguir directo
a una profesión definida, como continuación de un nivel básico general
anterior. No puede funcionar para la
música, porque no ofrece la preparación a nivel primario, y el Ciclo de
Introducción a la Música ha sido tan sólo un paliativo frente a una realidad que
comenzó a partir del momento en que el Conservatorio Nacional de Música se
transformó finalmente en la Escuela Universitaria de Música.
Las veleidades de las
nomenclaturas.
Las cuestiones de nomenclatura suelen ser de
menor importancia, excepto cuando el nombre está asociado indisolublemente a la imposición de una estructura predeterminada, y justamente éste es el caso.
La propia denominación
de “Escuela” se contradice con el adjetivo añadido de “Universitaria”. En efecto, se puede establecer la existencia de escuelas de tipo artístico donde los
alumnos lo que hacen es aprender todo lo relacionado con una disciplina, como puede
ser la música, con una programación docente que va desde lo elemental hacia lo
complejo en forma gradual y continua. “Universitario”, en cambio – y vale insistir
– no supone una continuidad, sino una
especialización sobre la base de una cultura general previamente adquirida. Salta
a la vista que sería más adecuada la existencia de una Escuela Nacional de
Música en vez de “universitaria”. Evidentemente, tampoco es coherente una
denominación como Conservatorio Universitario de Música, porque un
conservatorio no es una universidad – aunque el motivo sea el vínculo
con la Universidad de la República. Pero el nombre sería lo de menos, si no fuera por lo que significa en la práctica.
Uruguay tuvo un
Conservatorio Nacional de Música, como organismo de la Enseñanza Pública para
esta función educativa global, hasta que se decidió sustituirlo por una estructura universitaria sin más alternativa, y he ahí la raíz de las carencias y
los baches que señala el Prof. Croatto. Es que en realidad las universidades no
aspiran de ninguna manera a solucionar problemas tales como ¿qué hacer para que los niños se
interesen en la medicina, la arquitectura, la abogacía, etc., sin que por ello
deban convertirse necesariamente en abogados, médicos, ingenieros, etc.? Para
eso existe la enseñanza primaria, no las universidades. No se entiende por qué
en la música habría que pensar diferente.
O sea, resumiendo lo
que quiero decir, el problema que Croatto plantea sería más fácil de solucionar
mediante una modernización de la estructura de conservatorio – quizá regresando
a la existencia de uno que sea del Estado pero no vinculado a la Universidad de
la República – en vez de tratar de forzar el funcionamiento de una estructura
que no prevé todas las necesidades de la enseñanza musical. Pero vamos a
entendernos bien, no hay por qué negar que pueda existir una Universidad de
Música – las hay varias en diferentes países y sobre todo en Estados Unidos –
pero todas ellas funcionan estrictamente como tales, es decir, para estudiantes
que ya eligieron el camino profesional.
Dejando de lado las
connotaciones.
La palabra “conservatorio”
suele asustar como sinónimo de cosa anquilosada, irreversiblemente obsoleta. El
nuevo Director de la EUM refleja ese temor cuando dice que “si
reproducimos modelos que son decimonónicos y para colmo europeos, no estamos ni
al día ni con los pies en nuestra realidad, en nuestra cultura”. No sé si el colmo es que sea “europeo”, pues yo haría una pregunta: ¿Por
qué desde Uruguay no puede originarse una reforma del modelo decimonónico de un conservatorio?
No deja de ser interesante mirar el futuro
desde ese ángulo, después de observar todas las dificultades y los baches habidos. Que las estructuras de los conservatorios deberían cambiar,
modernizarse, ponerse al día para contemplar la posibilidad de que no todo el
mundo deba convertirse en un virtuoso y que, además, se encare la formación
pedagógica de los futuros profesores y que se incentive el trabajo interdisciplinario, en todo eso estoy totalmente de acuerdo.
Y se puede decir algo
más, todavía, y es que mediante un conservatorio de estructura moderna sería
mucho más fácil alcanzar algunos objetivos que el Prof. Croatto
describe en estos términos:
“Tenemos también algunas
puntas interesantes de trabajo con el Centro de Investigación Básica en
Psicología (Cibpsi), de Facultad de Psicología, que estudia procesos
cognitivos. Desde Taller de Sonido hicimos un proyecto de investigación
conjunto en grupos de educación primaria, sobre la incidencia de la formación
musical en el rendimiento en matemáticas. Con ese antecedente, ahora estamos
pensando en seguir junto con el Cibpsi en una linea de trabajo sobre la
relación entre música, lenguajes, procesos cognitivos, procesos creativos,
percepción sensorial de lo sonoro e interacción de los diferentes estímulos
sensoriales.”
“Los
estudiantes de música y de bellas artes tienen formas diferentes de vincularse con
sus disciplinas, pero en la medida que vayamos creando espacios de encuentro,
creo que vamos a ir generando una nueva cultura artística interdisciplinaria,
de manera que el músico entienda que es lindo trabajar con gente de teatro o
con gente de bellas artes, que aparecen cosas nuevas, que se estimula la
creatividad. Cuando empezás a romper el aislamiento y te vinculás con el
teatro, con el audiovisual, con las nuevas tecnologías, con las artes
plásticas, se pueden hacer proyectos muy interesantes, pueden surgir cosas que
ni siquiera se te ocurren si estás encerrado solamente en la música. La música
siempre está presente, con IENBA organizamos el Seminario Internacional de
Narrativas Hipertextuales y justamente allí trabajamos con arte sonoro, un
concepto que va más allá de la idea clásica de composición y de los medios
tradicionales, que pretende incluir las nuevas tecnologías, lo visual, las
performances, nuevas formas de expresión que incluyen a la música.”
En 1974 el Conservatorio Nacional de Música
pasó a depender de la entonces Facultad de Humanidades y Ciencias, integrándose
con el ya existente Instituto de Musicología y pasó a llamarse Conservatorio
Universitario de Música. En 1985 el Conservatorio Universitario de Música se
separó de la Facultad de Humanidades y Ciencias volviendo a tener el rango de
escuela universitaria dependiente del Consejo Directivo Central de la
Universidad de la República. Desde entonces lleva el nombre actual de Escuela
Universitaria de Música (EUM). Nomenclaturas y cuestiones burocráticas aparte,
si nos atenemos a la definición estricta de qué es un conservatorio: “Institución
donde se conservan y promuevan las artes”, es bastante fácil entender que, como
estructura, es la más flexible de todas y la que mejor se adapta a los fines
educativos en la música.
NOTA: La fuente del presente artículo es una nota
de la Universidad de la República publicada en http://www.universidad.edu.uy/prensa/renderItem/itemId/39985/refererPageId/12
titulada “Con Leonardo Croatto, director de la EUM: Hay una «altísima demanda de
música» en la sociedad” el 20 de diciembre de 2016.