(Washington Roldán [1921-2001] del libro SODRE 70° Aniversario ).
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Antiguo Teatro URQUIZA - primera sede del SODRE en la ciudad de Montevideo. |
“In memoriam”
Hoy algo se ha quebrado.
La paupérrima temporada sinfónica de 2015 ha sorprendido a muchos. Se integra con unos pocos conciertos a razón de menos de uno solo por mes y hay grandes ausentes perpetuos... ¿Quiénes son?
Son nada menos que los compositores uruguayos. Siguen esperando, casi como de costumbre, la más anhelada oportunidad de todo creador, es decir, que el público pueda escuchar sus obras, saber que existen y quiénes son. Y éste no es un problema que se pueda desatender. Cuando el artista enfrenta dificultades puede ser que éstas le fortalezcan, pero la indiferencia destruye su personalidad.
Muchos años pasaron desde aquel lejano 1931, cuando ya en su primera presentación la OSSODRE incluía una obra de Eduardo Fabini. Hoy, en homenaje al insigne compositor uruguayo, la sala principal con capacidad para 2000 espectadores lleva su nombre, y en el concierto inaugural de dicha sala en 2009 se incluyó la “Fantasía para violín y orquesta", también de Fabini, con Amiram Ganz como solista. Pero, claro está, si otras obras del propio Fabini, y si las obras de muchos otros compositores uruguayos están obstinadamente excluídas del repertorio, el homenaje suena bastante hueco.
¿Se nos olvida alguien más?
Lamentablemente, así es. Estamos olvidándonos de los intérpretes nacionales quienes, a su vez, también suelen olvidarse de los compositores compatriotas en sus repertorios habituales... salvo contadas excepciones, es claro, pero siempre y cuando el SODRE les dé la oportunidad de presentarse algo más que una o dos veces al año.
La catástrofe
El incendio que el 18 de septiembre de 1971 provocó su cierre por casi 40 años. Poco antes de la inauguración del nuevo edificio, que sería el 21 de noviembre de 2009, Jorge Abondanza escribía en el diario El País en octubre de ese mismo año:
“Lo más triste es pensar ahora en que toda una generación de aficionados y especialistas, que constituyeron el público del Estudio Auditorio, ya se ha muerto sin poder ver el renacimiento de la sala y de sus múltiples funciones. Junto con ellos también se han muerto otras cosas cuya reconstrucción será tan difícil como la de esa sala”.
Posiblemente esas muertes sean una catástrofe mayor que el propio incendio. Resucitar la cultura es una tarea que depende de la consciencia que los directores del Instituto tengan acerca de la importancia y la misión que les toca desde los altos cargos que ocupan Deben abandonar la rutina y la ineficiencia que el Presidente Tabaré Vázquez aludió acertadamente cuando el actual edificio fuera inaugurado:
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Edificio actual del SODRE |
Es cierto: la cultura es todo y para todos, pero, a lo largo de las casi cuatro décadas parecerían haberse lanzado también al olvido algunos de los objetivos primordiales que tuvo la propia creación de la Institución. La Ley Nº 8557 del año 1929 fundó el Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica (S.O.D.R.E.) y encomendó, entre otras tareas, «crear escuelas y conservatorios», «adquirir y arrendar material fonográfico, teatral, cinematográfico, musical impreso o cualquier otro que se relacione con sus actividades», «editar catálogos, programas u otras publicaciones», «actuar individualmente o en conjuntos en los espectáculos o audiciones que realice o que contribuya a realizar así como en las escuelas o conservatorios que instituya». Todavía, la Ley 9638 del año 1936 ratifica, en su Artículo 3º, literal D, que se deben “crear y organizar escuelas y conservatorios para la preparación técnica del personal y difusión de la cultura”.
No hace falta pensar mucho: la Ley también encomienda al SODRE una labor educativa.
¿Qué se ha hecho – y qué se está haciendo – en ese sentido?
Esta pregunta es importante, porque involucra la creación de nuevos públicos para los espectáculos, aunque también sobreentiende el alto significado de la cultura expandida hacia el pueblo.
Hay dos aspectos a considerar, y que sea en sentido constructivo y no de mera crítica. Uno de ellos es acerca de la misión alusiva a los conservatorios. El otro aspecto es acerca de lo que podemos entender por “cultura”.
El SODRE nunca instituyó un conservatorio propiamente dicho hasta el día de hoy, aunque sí Escuelas según encomienda la Ley. Sin embargo, un conservatorio musical es la institución por excelencia para formar no solamente músicos, sino también para promover y conservar la cultura musical directamente a partir de conceptos pedagógicos capaces de crear nuevos públicos.
Y en este punto, quien escribe estas líneas se siente particularmente involucrado para mencionar - sólo al pasar - un hecho debidamente documentado. El SODRE recibió en 2013 una propuesta para instituir un conservatorio con varios objetivos pedagógicos, pero, además, con miras a la divulgación de la música clásica organizando seminarios, concursos, conciertos y recitales a fin de lanzar nuevos intérpretes y compositores nacionales editando además grabaciones de calidad profesional. Tal propuesta fue hecha en vistas de aprovechar aún más los recursos tecnológicos y las características actuales de las instalaciones del SODRE y, naturalmente, observando lo que la Ley de creación del Organismo expresa respecto a los conservatorios. La respuesta del Consejo Directivo fue una comunicación escueta de rechazo a la propuesta sin más aclaración.
¿Y qué es la cultura?
Deliberadamente quiero evitar la polémica viva acerca de la llamada “diversidad cultural”. Solamente quiero subrayar un hecho facilísimo de comprobar: la música clásica (también llamada académica) es el género que menos oportunidades tiene de ser difundido. Entonces – y sin intención de hacer ningún juicio de valor comparativo respecto a músicos que cultivan variados estilos de la música popular – asusta ver cómo desde el máximo organismo oficial se contribuye a proseguir difundiendo lo que de sobra ya está difundido y se sigue difundiendo a través de la mass media.
Es decir, para la temporada del 2015 la programación del SODRE prevé la presentación de artistas como Maria Rita ('Coração a batucar'), Los Van V de Cuba, Julieta Venegas, y hasta un circo (Cirkus Cirkör -. Knitting peace), y el broche de oro será a Fin de Año: la Orquesta Juvenil se presentará con la intervención de Marihel Barboza, Lucas Sugo, Fabián “Fata” Delgado y Gerardo Nieto del grupo uruguayo “Los Fatales” de música tropical con influencia latina y fusión de candombe.
No se cuestiona la idoneidad ni el mérito de ninguno de estos artistas en sus propios géneros y estilos, por supuesto, pero la cuestión es sólo que... bueno, es lo que decíamos al principio: la Orquesta Sinfónica se presentará tan sólo seis veces en el año, los intérpretes nacionales casi no se ven, la temporada de ópera se conforma con solamente cuatro títulos, la temporada de ballet también tiene tan sólo cuatro títulos y la Orquesta Juvenil tendrá no más de ocho presentaciones, una de las cuales (la única) está dedicada a “Mi País” con compositores uruguayos.
¿Qué hace entonces el SODRE por la cultura musical? Por suerte funcionan las Escuelas de Formación Artística en sus tres divisiones (Ballet, Danza Contemporánea y Folclore) y la Escuela Nacional de Arte Lírico, porque quizá en un futuro algo cambie y, dicho sea en honor a la verdad, con el esfuerzo incansable de los propios artistas a cargo de esas reparticiones.
Es que no se trata de oponer “lo extranjero” a “lo nuestro”, como si fuesen enemigos irreconciliables. Al contrario, de lo que se trata de hacer un equilibrio razonable. ¿Qué sucedería si nuestro público tuviera exclusivamente la oportunidad de escuchar la música de los compositores uruguayos y casi nunca, o nunca, la de compositores de otras partes del mundo? Sin duda, cualquiera diría que eso no sería hacer cultura. Y bien, entonces lo contrario tampoco es hacer cultura.
GBZ
Excelente artículo que los burócratas del Sodre deberían leer atentamente. Asimismo hay que hacer destacar que esa costumbre de ignorar a los compositores uruguayos también se encuentra en un 95% de los ejecutantes uruguayos. Pocos son lo que nos interpretan o nos piden obras. Y cuando las piden y se las mandamos ni siquiera acusan recibo. Somos en realidad un estorbo. Pero no me doy por vencido: por mi parte seguiré siendo estorbo hasta que las cosas cambien.
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