Al reciente anuncio de un recorte de 65% del presupuesto para la Filarmónica de Montevideo, en tanto Centros MEC (Ministerio de Educación y Cultura) ha decidido no dar más apoyo a la REVISTA SINFÓNICA (única publicación que entrevista, promueve, difunde, alienta a los artistas nacionales, a aquellos que están comenzando y a los consagrados) por no adecuarse a los fines de dichos Centros, se suman ahora las últimas declaraciones de Gerardo Grieco - director del Auditorio Nacional. Son hechos que llevan necesariamente a hacer algunas reflexiones.
Decía Gerardo Grieco al diario EL PAÍS refiriéndose a la programación prevista para 2016:
- "Es vital para nosotros que este no sea un teatro elitista, que no se vuelva una acción dirigida a un núcleo chiquito de expertos o melómanos, sino que sea una organización que está al servicio de la comunidad"
En otras palabras, sea dicho sin eufemismos, el objetivo es la taquilla, y el público de la música clásica debe quedar relegado porque es una élite "chiquita" y, en cambio, hay que servir a la comunidad con espectáculos comerciales. Pocas veces se ha visto un desprecio tan grande a la capacidad del pueblo uruguayo para apreciar las más altas manifestaciones del arte de la música.
¿No hay algo raro en todo esto?
Esa orientación hacia la música olvida ex profeso antecedentes importantes que son imposibles de borrar a propósito de lo que significó para Uruguay el incendio del Estudio Auditorio del SODRE:
“El 18 de setiembre de 1971 un
incendio destruyó el edificio del Estudio Auditorio del Sodre, sede
de los cuerpos estables, destacando los conciertos semanales de la
Orquesta Sinfónica que, en ocasiones fue dirigida por las más
célebres batutas del mundo y las Temporadas de Ópera que
entusiasmaban a los amantes de la lírica”
(Revista Dossier - 19/09/2013)
El
18 de setiembre de 1971 un incendio destruyó el edificio del Estudio
Auditorio del Sodre, sede de los cuerpos estables, destacando los
conciertos semanales de la Orquesta Sinfónica que, en ocasiones fue
dirigida por las más célebres batutas del mundo y las Temporadas de
Ópera que entusiasmaban a los amantes de la lírica. - See more at:
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¿Eran para una élite pequeña aquellas presentaciones semanales de la orquesta sinfónica? ¿Era una minúscula élite la que justificaba traer las batutas más importantes del mundo y hacer temporadas importantes de ópera? Evidentemente no, no era así, y el éxito de taquilla en la venta de abonos y las entradas agotadas para casi todas las funciones, demuestran claramente lo contrario al enfoque actual. Lo que llama más la atención es que el desprecio por la música clásica nunca, jamás, la alude de manera directa. En cambio, se alude a su público de maneras peyorativas calificándole de "élite", como si se tratase de gente que necesariamente vive y piensa de manera aristocrática. Así que vale insistir: ¿por qué no se dice bien claro, y de una vez, que se cree que es la música clásica - no la élite - la que se debe relegar a un plano bien inferior en la programación de espectáculos?
Parecería que la causa es obvia, es duro aparecer como queriendo pisotear la cultura. Excluir a una élite, sin duda es más elegante hasta en términos democráticos. Por eso quizá ya sea hora de hacer un planteo distinto, tratando de entender mejor las motivaciones profundas que sustentan la orientación que hoy vemos.
En la búsqueda de reafirmar una identidad.
Cada vez que se quiere circunscribir la música a visiones regionalistas, de clase social y aun de representaciones ideológicas, el resultado es un estancamiento cultural. Lo delicado del asunto es que esa clase de orientaciones no sólo son excluyentes, sino también muy poco educativas. Por ejemplo, podemos recordar que el piano fue prohibido en China durante la revolución cultural (1966-1976), por considerárselo representativo de la herencia cultural occidental. De no haberse reaccionado contra aquel enfoque tan estrecho, los chinos habrían terminado por ignorar la existencia de las obras de todos los compositores importantes de la historia, y no sólo las obras para piano.Y esto plantea qué es lo que se podría entender correctamente como música de valor universal.
Si hoy decimos que la música de Beethoven es universal, no es porque el compositor haya nacido en Europa y que su música sea parte de una herencia cultural que reverenciamos por hábitos adquiridos. Al contrario, es porque su música sigue siendo comprendida por los pueblos de cualquier país del mundo. Por cualquier país, claro está, que no se haya encerrado en sus propias fronteras culturales ignorando ex profeso a todo el resto de la música.
Todos los géneros musicales son válidos y respetables, naturalmente, porque son parte de la riqueza de un “lenguaje” que arraiga en la más remota prehistoria de la humanidad. No debemos perder de vista algo muy importante: la música popular siempre fue – y será – la raíz de la música clásica (académica, culta, seria, rigurosa... vaya, ¿es que importa tanto la nomenclatura, si podemos identificarla tan fácilmente?), pero la raíz es tan sólo la base de un crecimiento. Hay tantos ejemplos de ese crecimiento en todas las épocas y países, que sería interminable enumerarlos.
Todavía podemos añadir que ocurre, como en todas las manifestaciones del arte, que hay diferentes grados de riqueza y profundidad en el contenido transmitido a través del conjunto de obras de un compositor. Ahí ya será quizá la Historia que tendrá la palabra. ¿La obra dirá algo a las generaciones de aquí a dos o tres siglos? Si así fuese, y aun si hubiese sido temporalmente olvidada y después redescubierta, tal como ocurrió nada menos que con la obra de Juan Sebastián Bach, podrá convertirse en parte del lenguaje de la música universal, porque habrá conseguido trascender épocas y fronteras estéticas.
Sin embargo, esta oportunidad futura puede depender mucho de las oportunidades en tiempo presente. Y en este punto es donde hay síntomas de un propósito bien definido, si se observan los hechos.
¿Hacia un nuevo clasismo cultural?
Si quienes se ocupan de difundir la cultura tratan de crear una división donde se le dé importancia excluyente a toda aquella música que no sea la popular y “latinoamericana”, se está impidiendo en tiempo presente un desarrollo histórico. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que hay que tener cuidado con un enfoque que quiere perpetuar expresiones musicales en su estado originario como espectáculo identitario, sin cambios ni desarrollos que las pudiesen alterar, casi que "deformarlas" o, peor todavía, que... ¡que evolucionaran hacia algo parecido a la música "clásica"! - porque ésta proviene de "la invasión de Europa". Según tales inclinaciones habría que matar cualquier brote de la raíz, si apuntara en esa dirección.
¿Y cómo se consigue? En Uruguay las revoluciones culturales no se pueden hacer en base a prohibiciones. Lo que sí se puede hacer es recortar drásticamente el financiamiento a las orquestas sinfónicas, no debe haber dinero para grandes temporadas de ópera ni ballet, hay que conseguir que a cualquier músico dedicado al género clásico, sea intérprete o compositor, se le ignore y no tenga de qué vivir. El resultado por la fuerza quedará asegurado.
Esta es una nueva forma de clasismo en donde “el pueblo” ya no necesita ir a un concierto sinfónico con obras de Mozart para ser culto, ni a una ópera de Verdi o un ballet de Tchaikowsky. Por eso, financiar orquestas sinfónicas que después interpretarán a Beethoven o Brahms para deleite de una élite - sin duda cada vez más "chiquita" - de melómanos nostálgicos sería un rotundo despilfarro de dinero, según ese punto de vista. Es que no es una cuestión de disponer o no de dinero, tan sólo. No. La nueva clase culta puede pagar entradas de mil o dos mil pesos y más para asistir a un espectáculo pop, mientras que la “élite” ahora tiene el privilegio de asistir gratuitamente, o por cien o doscientos pesos, a un espectáculo de música clásica... en donde los músicos cobran poco o nada por actuar.
Se han hecho muchas bromas de humor negro para expresar algo que es pavoroso. El desprecio a los creadores e intérpretes de un género de música que, difícilmente se podría discutir, es el más exigente de todos tanto en la perfección interpretativa como en la técnica, donde la composición de una obra puede llevar un tiempo y dedicación más que considerables, con esfuerzos de la imaginación y múltiples fuentes de inspiración, el desprecio a todo ello llevará derecho a la letra muerta.
Y la letra muerta es todavía peor que la ignorancia. Se puede dejar de ser ignorante, pero jamás se podrá conocer lo que nunca fue escrito. Cada vez que un compositor deja de escribir, muere su arte venidero. Cada vez que un joven desiste de pensar en ser compositor, nunca sabremos qué podría haber escrito. Siempre que una persona renuncia a ser ejecutante profesional de un instrumento, al ver que no le dará para vivir, le deja al compositor un vacío y le da una señal para que abandone la composición, pues ¿quién habrá para ejecutar las obras? Si por falta de recursos desaparecen las orquestas y los solistas, la señal ya será muy, muy fuerte. Una parte de la historia del país, se habrá detenido.
Restaurar el daño podrá llevar décadas, por efecto de la inercia.
GBZ
Coincido y comparto.
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