Carta abierta a los
músicos.
“Tanto
el posicionamiento de muchos agentes culturales privados, así como
las políticas del sector público (gobierno central y
municipios), no están orientadas a los ciudadanos sino a los propios
realizadores y a los bienes que producen. Padecen, de lo que en
términos de marketing se denomina “concentración en el producto”.
La mayor parte del dinero público (de todos los ciudadanos), se
destina a la producción, a la interpretación y se deja de lado la
distribución, la promoción y la propia experiencia de encuentro de
los consumidores con los bienes”
Manuel
Esmoris (gestor cultural) “Marketing Cultural- descripción de un
caso” - año 2000
El caso se refiere a
presentaciones de la Orquesta Filarmónica de Montevideo en 2000, en
barrios de Montevideo, con Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Es decir,
hace más de catorce años, y tuvo gran éxito de público por haber cumplido con las normas de marketing cultural citadas arriba. El
costo fue de tan sólo alrededor de cuatro mil dólares – lo que vino a
demostrar que producir espectáculos de música clásica no es algo
terriblemente oneroso como a veces se pretende. Y aquello nos deja
una lección para aprender: Nunca se debe caer en aquello de “lo
que al pueblo” le gusta escuchar, desestimando de manera subliminal
y prejuiciosa la capacidad para apreciar las altas manifestaciones
del arte. Parecería que todo depende de las oportunidades y, a la
vez, de hacer un buen marketing.
A propósito de aquellas
actuaciones de la Filarmónica recuerdo todavía haber visto en TV
una entrevista donde se contaba algo ocurrido en una ciudad del
interior, durante una gira de la misma orquesta y con el mismo
programa. Cuando terminó el concierto el público aplaudía
entuasiastamente pidiendo “¡otraaa...! Decicieron entonces hacer
algo fuera de programa, y, como era una ciudad del interior, tocaron
un tango. El público volvió a aplaudir a rabiar y la orquesta hizo
otro tango. Y el público siguió aplaudiendo sin parar. La orquesta
no tenia preparado nada más para ofrecer fuera de programa, así que
tuvieron que preguntarle al público qué querían escuchar. A gritos
el público pidió: “¡¡¡Vivaldi, Vivaldi!!!”
Esto iría totalmente en
contra de lo que opinaba el actual presidente del SODRE en una
entrevista reciente en CX26 Radio Uruguay:
“...digamos que la gente común, que
viaja en ómnibus, que ésa gente entienda que estos espectáculos
también son para él, que el tipo que le encanta la murga le guste
venir al Sodre porque en realidad cuando uno ve algunos coros de
ópera se da cuenta que... ¡si estará relacionado!...El gran
desafío es que la gente haga suyo el Sodre, que no es de una élite,
no debiera serlo, el Sodre es del pueblo.”
Es claro que el
SODRE es y debe ser del pueblo.¿Pero cuál sería la “élite”?
Es un problema serio creer que a la gente que viaja en ómnibus
necesariamente le gusta la murga y el resto pertenece a una especie
de clase social aparte... Digo la murga o cualquier otro género que
no sea la música clásica.
¡Cuidado!
Creo que debemos estar
alertas a un fenómeno que se viene. Y al respecto quiero contar una
experiencia que tuve en Brasil hace varios años, en 1984. Estando en
Porto Alegre fui invitado a un concierto de la OSPA (Orquesta
Sinfónica de Porto Alegre) y al llegar vi que frente a la puerta de
acceso al teatro había una multitud de jóvenes protestando y
armando alboroto. ¿Qué era aquello? Pues era que el teatro estaba
lleno y ellos se habían quedado afuera. Y exigían entrar. Como
nadie se iba de allí, se decidió que la OSPA repetiría la
actuación no bien concluyera la primera. Y así fue como aquella
multitud de jóvenes, de entre 15 a 20 años más o menos, pudo
entrar y disfrutar el concierto. Pero hoy, en 2015, la mayoría de
los brasileños no pueden creer que algo así haya sucedido y les
parece mentira. ¿Que fue lo que pasó durante 30 años siguientes
por allá?
A la música clásica
se la considera un "patrimonio europeo" y no un patrimonio
universal. Una cantidad respetable de gente de mediana cultura jamás asistió a un concierto de
música clásica y nunca escuchó una orquesta sinfónica ni siquiera
en una grabación. Eso sí: todo el mundo está al día en samba, rock,
funk, rap, etc., y eso es "música brasileira" porque está
hecha por músicos brasileños. ¿Qué viene haciendo el Ministerio
de Cultura de Brasil frente a ese fenómeno? Pues lo apoya. Y no son
pocos quienes creen que tal es el mayor orgullo de un patrimonio
nacional que define la IDENTIDAD de un país, y se comparte a
Villa-Lobos con funk carioca en un mismo espectáculo en pro de la
"diversidad cultural". Quiero aclarar, sin embargo, que el
fenómeno no abarca al 100% del público, pero... todo sigue igual
avanzando con la fuerza de la famosa "identidad". Y hoy, si
se le pregunta a un joven quién fue Beethoven (digo exactamente eso)
no es raro que diga que no sabe y hasta que pregunte si es alguna
nueva banda.
¿Es posible que Uruguay
vaya por el mismo camino? Si así fuese, quizá dentro de algunos
años más haya mayoría de jóvenes uruguayos que pregunten si
Mozart es una banda de rock nueva o si Broqua es el nombre de alguna
murga para el próximo carnaval.
¿Qué es lo realmente
importante?
Es
defender la música clásica en Uruguay. Hay algo de mucho más peso
que el solo hecho de hacer una crítica dirigida hacia lo que el
SODRE está haciendo, o lo que no hace. No olvidemos que hay otra sala
importante que cuenta con una igualmente importante orquesta
sinfónica: el emblemático Teatro Solís y la Orquesta Filarmónica
de Montevideo - que, curiosamente, últimamente ha seguido en parte las mismas tendencias de repertorio que el SODRE. Asimismo, recordemos que en el interior del país hay
buenos teatros que han sido remodelados y que - digámoslo así -
están “esperando” a que se hagan más conciertos y recitales de
música clásica.
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Teatro Florencio Sánchez de Paysabdú |
Claro que ustedes se preguntarán cómo
sensibilizar a quienes organizan los espectáculos en todas esas
salas, y hacer que se interesen en serio por multiplicar los
conciertos. La respuesta fácil es paradógica: parecería que el
público está, que aún hay tiempo para que los conciertos no sean a
salas casi vacías, pero los músicos no tienen cómo hacer oír sus
voces a falta de reconocimiento oficial y de oportunidades para que
el público les escuche. La verdadera pregunta es otra: ¿Por qué
motivo hay responsables de la cultura del pueblo que se comportan tal
como lo hacen?
Sin artistas no hay
arte, y sin músicos no hay música.
Justamente en esta obviedad, justo aquí, está el punto: no hay forma más efectiva de liquidar para
siempre una expresión cultural que quitarle toda oportunidad de
acceso al público. Y – nadie lo puede negar – esto termina
afectando a toda la infraestructura económica que vive alrededor de
ese sector de la cultura, hasta que, por fin, se termina diciendo: “-
Dedícate a eso, si te quieres morir de hambre”.
Mientras
tanto, el público irá comprendiendo cada vez menos en qué consiste
esa expresión de la cultura hasta que, finalmente, pasará a ser algo
histórico muerto en tiempo presente. No habrá más público. Y hay
que reconocer que en Uruguay se ha venido haciendo todo lo posible
para que esto ocurra con los profesionales de la música clásica,
sean intérpretes o compositores. Desde el SODRE y el propio
Ministerio de Educación y Cultura, en cuanto a dosificar mejor la
índole de los espectáculos musicales que se organizan, hasta los
medios de difusión que relegan la música clásica a la mínima
expresión posible.
Los
responsables de cuidar la cultura del pueblo parecerían motivados
por la idea de permitir que se destruya sistemáticamente una
expresión cultural de las más importantes del mundo, para
sustituirla por otra que ellos piensan que definiría la “identidad
uruguaya”. Esto es difícil de digerir, porque todo cuanto aquí se
ha relatado indica que habría gran cantidad de uruguayos que
disfrutarían de la música clásica, pero a cada año que transcurre
se les proporciona de manera cada vez más sistemáticamente
limitada.
Para
quienes lo ignoren, o lo hayan quizá olvidado, allá por la década
de los años 50 era común que las emisoras privadas de radio
transmitieran música clásica en horarios de alta audiencia. Incluso
habrá quien pueda saber de la famosa audición de ópera de Barret
Puig Lanza en CX32 a las 10 de la noche, de dos horas de duración
con una enorme audiencia de fans del género. Hoy, en cambio – y
esto viene ocurriendo en muchos países y no sólo en Uruguay –, todo aquello desapareció y
los medios privados de radiodifusión y TV transmiten música clásica
(cuando lo hacen) en momentos acertadísimamente definidos por Les
Luthiers: “En el horario cultural de las tres de la mañana”.
Más allá de la sátira
y la nostalgia.
Hay
un ilusionismo que resulta de un error de marketing que arranca desde
que la sala Adela Reta fuera inaugurada. Y es un error que parecería
ser el ejemplo a seguir en vez de detenerse a pensar. Poco antes de iniciarse la "temporada" 2015 del SODRE, Ariel Cazes comentaba durante una charla con Montevideo Portal:
“En los primeros conciertos que hicimos aquí en el Auditorio, una sala gigante de casi 2000 espectadores, uno miraba a la platea y veía 300 cabezas nevadas en el medio. Ahí empezó un trabajo de difusión y la gente de a poco se fue adueñando del espacio y hoy el Sodre es lo que es”. “También el haber abierto el abanico, dejar de ser una casa dedicada exclusivamente a las artes clásicas,, hizo que otro público se fuera incorporando.”
u
Es
verdad, otro público se fue incorporando y hoy el Sodre es lo que
es. ¿Pero no era que había que crear “nuevos públicos” para la
música clásica? Tantas veces lo escuchamos decir, y ahora resulta
que... Pues caramba, ¡si hay nada más que 300 ancianos en la
platea, lo que hay ahí es un error garrafal de marketing! Sólo éso.
Y el origen está en haber perdido el rumbo hacia los objetivos que
motivaron la propia creación de la entidad. Es la consecuencia
obvia, y los hechos lo demuestran, de querer sumarse a la corriente
de lo que ya tiene público, pero no lo tiene gracias al SODRE sino a
otros medios de difusión. Vaya una manera de hacer cultura.
¿Qué hacer?
He
aquí un espacio que estoy abriendo en este blog para que ustedes se
expresen y propongan ideas, pues éstas pueden ser el punto de
partida para una acción organizada.
Primero
que nada habrá que reconocer (aunque cueste) que no se puede ni
imaginar una colaboración de parte de quienes están convencidos de
estar siguiendo el camino acertado. Tampoco se puede idealizar un
100% de adhesión del público, porque eso no lo consigue ni siquiera
la mejor campaña publicitaria imaginable para cualquier producto que
sea.
Mi
propuesta – reconozco que es audaz – es la siguiente. Habría que
instituir una entidad privada que cuente con su propia sala de espectáculos (para no depender de fechas "disponibles" de otras salas al organizar temporadas) con recursos
tecnológicos, salas de ensayos y estudio de grabación, biblioteca, discoteca y estructura educativa para crear nuevos públicos, todo ello
en la forma de una Sociedad Anónima donde los propios músicos
puedan ser también accionistas y participar del lucro. Si esta idea
pudiera, quizá, parecer irrealizable para la situación actual del
país, me permitiré ir al pasado remoto de la historia uruguaya. En 1840 se creó una Sociedad con 156 accionistas para
construir un teatro en Montevideo que, por aquel entonces, contaba
con 40.000 habitantes, y Uruguay atravesaba una guerra civil que duró
desde 1838 hasta 1851. Pues de aquella iniciativa, y en aquel difícil
entorno, nació nada menos que el Teatro Solís.
Hoy
no hay ninguna guerra, Montevideo tiene alrededor de un millón y
medio de habitantes y el país más de tres millones. ¿Sería
imposible? Depende. Depende de contactos que se puedan establecer
con uruguayos que quieran, y puedan, hacer inversiones importantes en
la cultura. Depende, también, de la suma de pequeños accionistas que, ¿por qué no?, podrían ser músicos.
Pero
depende también de algo más: la unión de los profesionales de la
música clásica – estén o no en el país – para materializar un
propósito en común. La ventaja sería terminar con la lucha por
obtener la voluntad política cuando nadie quiere escuchar.
Ustedes
tienen la palabra.
GBZ